El domingo, cinco de mayo, se celebra el día de la
Madre.
Cada año, este día, me inunda una profunda tristeza; la
certeza de que, a pesar de ser madre de tres hijos, probablemente no estaré en
la agenda de llamadas pendientes de ninguno de ellos.
En este día me acuerdo de mi madre, que ya no está en
el mundo de los vivos. No fue la madre perfecta: ¿pero, quién lo es?
Desde muy pequeña me hizo responsable de tareas que,
por edad, no me correspondían. No le gustaban los besos ni los cariños que un
niño ansía desde que comienza a vivir…
Jamás me aconsejó sobre las decisiones que fui tomando
a lo largo de mi vida. Ella no opinaba sobre la conveniencia, o no, del camino
a tomar: sólo, cuando te equivocabas, decía: ¡Xa o sabía eu…! (¡Ya lo sabía, yo…!)
Era generosa y empatizaba fácilmente con la gente
enferma, ancianos o discapacitados.
Era la primera en acudir a un hospital, un velatorio o un entierro; pero incapaz de
mostrar ternura hacía sus hijos, cuando más la necesitábamos, en la niñez y en
la adolescencia.
Con mi madre, en aquellos años, no podíamos
manifestarnos libremente: ella no dialogaba; daba órdenes.
Jamás me atreví a reprocharle su modo de ser por temor
a que se disgustase. Sólo en los últimos años tuvimos un desencuentro verbal
que ella me perdonó, tan sólo, a medias. No consentía un comentario, que no
fuese favorable, acerca de su carácter o comportamiento. Creo que jamás se
planteó una autocrítica, ni se cuestionó como madre, esposa o hija: Ella, era
así…y punto.
No recuerdo un abrazo o un te quiero por parte de mi
madre; pero supe, mucho más tarde, que siempre, me quiso…el que no supiese
manifestarlo, es harina de otro costal.
No me cabe alguna duda que si ella fuese consciente de
sus “fallos” como madre, los hubiese subsanado. Ninguna madre, en su sano
juicio, hace daño a un hijo deliberadamente. Soy muy consciente de ello; porque
fui madre, al igual que la mía, imperfecta.
No hay una segunda oportunidad para enmendar los errores
que cometimos como progenitores. Volver a la edad más temprana de nuestros hijos
para corregir aquello que, a tiempo pasado, sabemos mejorable.
Si volviese a ser madre no cometería los mismos errores
pero habría, estoy segura, otros. No hay
madres ni hijos…ni nadie perfecto. La controversia surge de la capacidad, o no,
de generosidad, empatía, gratitud y perdón.
No culpo, nunca lo he hecho, a la relación con mi madre
de los errores que halla podido cometer como ser humano: madre, hija, amiga, hermana
o esposa. Soy la única responsable de mis actos: acertados o erróneos. Este es
uno de esos asuntos que tengo muy claros. Fui y soy la directora absoluta de mi
vida. Me empeciné en no cometer errores ajenos, olvidando los propios.
Con el tiempo me he dado cuenta de que, casi siempre, ser
mejor o peor madre depende de la dureza de un hijo para juzgarla.
Felicito a las madres, a las buenas y abnegadas madres, por tener unos hijos que las engrandecen y hacen dignas de mención en cualquier circunstancia o lugar.
Felicito a las madres, a las buenas y abnegadas madres, por tener unos hijos que las engrandecen y hacen dignas de mención en cualquier circunstancia o lugar.
Mamá, probablemente te merecías una hija mejor que yo: una
hija que te elevara a la categoría de madre con mayúsculas, una hija más
generosa, compresiva y menos crítica contigo y tus decisiones. No fuiste una
madre perfecta; pero yo no me imagino mi vida sin la tuya: ¡¡Felicidades, mamá. Te quiero!!
Carmen Martínez Sanmartín
03/05/13
2 comentarios:
Buenos noches¡¡ Carmen
Te deseo una FELIZ NAVIDAD
Un abrazo en la distancia pero cercanía de los corazones.
- “Celebrar la Navidad nos convierte en mejores personas pues nos demuestra que al compartir con los demás recibimos mucha felicidad.”
Vim para conhecer, e gostei muito de tudo! Vou seguir para não perder de vista :)
Beijo.
Nita
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