DESDE MI VENTANA

¡¡BIENVENIDOS!!

SI HABÉIS LLEGADO HASTA AQUÍ, DEJAD
CONSTANCIA DE ELLO CON UN PEQUEÑO COMENTARIO. ESTOY DISPUESTA A LEER VUESTRAS CRÍTICAS
... Y A RECTIFICAR O NO... ¡YA VEREMOS!

DE TODOS MODOS:¡¡GRACIAS POR VENIR!!
SUPERVIVIENTE






contador visitas blog

miércoles, octubre 27

CRISIS DE PÁNICO

La primera vez que sufrí una crisis de pánico fue en febrero del año 68, en aquella época se desconocía o no era muy frecuente esta sintomatología. Mi familia, y yo, que a la sazón tenía veinte años, creímos que se trataba de rara y gravísima enfermedad: me sentía morir y a pesar del  tratamiento farmacológico, mi profundo y angustioso miedo a que se repitiese aquella primera crisis no me permitía hacer una vida normal y se convirtió en una neurosis: mi mente no paraba de revivir aquella noche que estando leyendo en cama, de pronto y sin previo aviso todo comenzó a girar en torno a mí. El corazón latía con una fuerza desconocida, tiritaba al tiempo que mi estómago no podía digerir aquel cúmulo de angustia: me estaba muriendo y mis piernas temblaban con una debilidad que me impedían levantarme de la cama e ir al dormitorio de mis padres… ¡quería gritar y mi voz no salía de mi garganta! Por fin pude pronunciar ¡Mamá, ven deprisa, por favor: me estoy muriendo!
 Al momento aparecieron mis padres demudados y atónitos…
Lo primero que hicieron fue llamar a un taxi y llevarme al hospital inmediatamente: yo sabía que me estaba muriendo y ellos también lo creyeron: nunca me habían visto en una situación tan grave; mi palidez y taquicardia, eran un mal síntoma. Mi padre, además era hipocondríaco y cualquier anormalidad de la salud, para él era sinónimo de un desenlace fatídico. Lo miré a los ojos, vi su terrible pavor  y no tuve duda de que mi final estaba próximo, lo que agravó mi estado de ansiedad. El miedo me recorría desde la punta del pie hasta el cabello, que me daba la sensación de tenerlo erizado al tiempo que miles de pinchazos se hundían en mi cráneo…

Una vez en el hospital, vino una monja a mi habitación y me preguntó si tenía algún problema o estaba preocupada por algo… ¡me estaba muriendo: claro que estaba preocupada! Entonces me aclaró que si el problema era anterior a mi crisis. Le dije que no- en aquel momento no podía asociar ninguna preocupación con el origen de aquella terrible experiencia.

Pasamos mi padre y yo toda la noche en el hospital, una noche de febrero fría y tormentosa: los rayos se veían a través de la ventana de la habitación. Claramente aquella noche no pude conciliar el sueño, aunque el tranquilizante que me suministraron me relajó un poco y mi corazón dejó de latir con aquella furia: 192 pm.
A las ocho de la mañana apareció el “loquero” así se llamaba entonces a los Psiquiatras. Me recetó un montón de pastillas y volví a casa… Pero no me encontraba bien.
Yo vivía en un barrio y ese mismo día ya estaba en boca de todos mis convecinos. Los que vinieron a verme a casa me miraban con retraimiento y desconfianza: ¿Qué enfermedad sería la mía? Leía en sus ojos, a la vez que yo misma me sentía tan extraña y ausente.

Durante mucho tiempo dormí con mi madre: era presa de un pánico indescriptible sólo de pensar en volver a ocupar mi cama, el lugar donde se había producido aquella terrorífica experiencia. Así comencé a sentir miedo del miedo… Han pasado cuarenta y dos años de aquella primera vez, mi vida no ha vuelto a ser la misma: siempre he tenido esa espada de Damocles rondándome en las situaciones menos convenientes. Jamás hice confidencias a nadie acerca de mi problema: lo consideraba una tara mental, algo vergonzoso y nada comprendido por el resto de personas que por fortuna no habían padecido una crisis de pánico. Tal vez si un buen profesional me hubiera atendido y sobre todo explicado en que consistía mi enfermedad, no hubiese sufrido tanto durante tantos años.
El diagnóstico de “crisis de pánico” es relativamente reciente. Antes era una enfermedad de los nervios: “estar un poco loca” era el estigma de esta dolencia.




No hay comentarios: