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miércoles, junio 15

¿DÓNDE ESTÁ MI HOMBRE?


¿DÓNDE ESTÁ MI HOMBRE?

Entrando ya en la tercera edad  y después de varios intentos baldíos de encontrar al hombre que ocupara ese espacio que toda mujer reserva para el amor en pareja. Ese lugar recóndito de nuestro yo más íntimo, esa parcela que sólo puede ser arada, abonada y cultivada con la ayuda indispensable de la mano del hombre que tenga la capacidad de comprender las limitaciones del otro y la generosidad de entregarse sin condiciones, para alcanzar juntos la cima de la montaña que llaman amor. Un amor  que no limite el desarrollo personal e intelectual del otro. Muy al contrario;  que tenga la mínima inteligencia para conectar con los deseos e ilusiones de la mujer que tiene a su lado y allanarle el camino para que se conviertan en realidad.
Supongo, que eso mismo es lo que ansía encontrar el hombre en la mujer que quiere. Pero a veces, muchas más de las deseables, este deseo compartido se convierte en una lucha sobre quien, de los dos, aporta mas que el otro… y la relación acaba terminando con un sinfín de recriminaciones mutuas.
Mi madre decía, que el destino es el que se encarga de poner el amor en tu camino, pero has de ser tú la que debes saber identificarlo.
Curiosamente, los hombres que se han cruzado en mi vida, ninguno de ellos ha sido el que mi corazón demandaba. Todos y cada uno de ellos eran perfectos para otra mujer, no para mí. Tampoco fue la causa  mi nivel de exigencia, jamás prejuzgué a ninguno de ellos por razones profesionales o crematísticas.  Sencillamente, el destino, o lo que sea, anduvo entretenido en otros menesteres y el hombre que me tenía reservado, siempre, según mi madre, o bien se cruzó con otra, o mi miopía sentimental hizo que no lo reconociese. ¡Vete tú a saber!  El caso es que mi hombre anda por ahí perdido al igual que yo misma… ¿Y si lo encontrase en el geriátrico…?  No, por Dios, ya sería demasiado tarde, aunque muchos se empeñen en decir que el amor no tiene edad, o que la arruga es bella, son frases hechas para consuelo de idiotas. Ni un viejo se enamora perdidamente, ni una vieja con el rostro ajado inspira pasión.  Las cosas claras. Pero si hay alguien de mi edad, hombre o mujer, que se lo cree, no seré yo quien ponga objeciones… ¡Cada cual, es muy libre de reinventarse, faltaría plus!
Ya lo dijo Castelao: “Os vellos non deben de namorarse” delicioso relato que trata de tres viejos que se enamoran de mujeres mucho más jóvenes. Lectura que recomiendo a quien quiera pasar un buen rato.
A lo mío: dado que el hado destino me privó de cruzarme con la horma de mi zapato, a cambio me permitió conocer tres o cuatro especimenes del sexo masculino, de los cuales apenas me queda un resquicio de nostalgia. Lo siento, pero es la pura verdad. Lo bueno o lo peor de cumplir años es que dejas de idealizar amores pasados, sobre todo, si tienes la oportunidad de encontrártelos veinte años después.
Quede constancia de que en mi juventud fui una mujer romántica e idealista.  Supongo que ambas características todavía subyacen en mi interior, pero en estado letárgico, por un natural instinto de autoprotección.