BETANZOS LLEVO EN LAS VENAS
Nací y me crié en Betanzos hasta los ocho años. Me
impregné de su belleza y de su encanto en aquellos primeros años de mi niñez.
Todo ello aderezado con el cariño de mis abuelos paternos y maternos. Todo cuanto quería estaba en Betanzos... hasta que un día de abril de 1956, mis padres, en busca de una vida mejor, me llevaron a cruzar el charco y emigramos a Santo Domingo, paradojas de la vida: ahora los dominicanos vienen a España en busca de lo mismo.¡Cuánto lloré por
Betanzos y por mi querida abuela Antonia que a causa de la pena su corazón, ya
débil, la dejó postrada en la cama!
Mi pequeña vida se vio perturbada por aquella decisión
de mis padres, que impidieron, por prescripción médica, despedirme de mi
abuela:”su corazón no lo resistiría”
Quise tanto a mi abuela Antonia que, en mi inocencia, pensaba que no se podía morir de tanto que la quería. Nunca más volví a querer ni a sentirme tan querida, ni por mis padres ni por mis hijos cuando se fueron haciendo grandes…
Quise tanto a mi abuela Antonia que, en mi inocencia, pensaba que no se podía morir de tanto que la quería. Nunca más volví a querer ni a sentirme tan querida, ni por mis padres ni por mis hijos cuando se fueron haciendo grandes…
A pesar de la tajante prohibición de despedirme de mi
abuela para decirle lo muchísimo que la quería, decidí escribirle mi adiós en las
contraventanas del taller de mi tío Andrés con una tiza blanca de encerado que
compré en la Sra. Felisa. Aquella despedida fue leída por mucha gente que se
emocionaba del sentimiento que desprendían las letras de aquella niña que
aprendió a leer y a escribir bajo la batuta de Doña Paquita Zuloaga. Lamento no
recordar lo que escribí aquel día de abril tan lejano en el tiempo. Sé que
nadie se atrevió a borrar aquel testimonio, sólo el implacable paso del tiempo
lo hizo desaparecer…
Dicen, por ahí, que no se debe volver a vivir en donde
fuiste feliz.
A punto de cumplir los sesenta y cinco años y finiquitadas todas mis obligaciones y diversas ocupaciones que me mantuvieron lejos de mi añorado Betanzos, he vuelto para quedarme el resto de mis días al lado de los míos que descansan en el hermoso cementerio, cuya inscripción en negro sobre una placa de mármol blanco decía, y dice algo así: “VERDAD ES LA MANSIÓN QUE MIRAS; NO OLVIDES LA DE AQUEL QUE TE ADVIERTE QUE TODO ES ILUSIÓN MENOS LA MUERTE”
A punto de cumplir los sesenta y cinco años y finiquitadas todas mis obligaciones y diversas ocupaciones que me mantuvieron lejos de mi añorado Betanzos, he vuelto para quedarme el resto de mis días al lado de los míos que descansan en el hermoso cementerio, cuya inscripción en negro sobre una placa de mármol blanco decía, y dice algo así: “VERDAD ES LA MANSIÓN QUE MIRAS; NO OLVIDES LA DE AQUEL QUE TE ADVIERTE QUE TODO ES ILUSIÓN MENOS LA MUERTE”
Mi padre la solía decir con cierta frecuencia, a pesar
de que a mi me producía cierto
desasosiego el pensar que un día todos íbamos a morir. Mi cabecita de niña no
comprendía aquella sinrazón de nacer para luego morir. La muerte, durante un
tiempo, fue un terrible misterio para mí.
Al lado del cementerio se eleva majestuosa la iglesia
de Los Remedios, donde recibí el bautismo.
Abuela, te prometí volver, y aquí estoy de nuevo a tu
lado. Elegí esta casa porque desde ella veo la que un día fue la nuestra. Sigue
en pie e igual a como yo la recuerdo con sus tres balcones mirando al río
Mandeo. De la otra casa, “la de abajo,” así la llamábamos aunque estaba
enfrente queda solamente una pequeña parte: la que estaba dedicada al taller
del tío,pegada a ella han construido un edificio horrible y a continuación una casa de
construcción más amable con el entorno que hace, exactamente, la misma esquina donde
estaban las cuadras y aquel hermosísimo nogal. Además, abueliña, han construido
un bloque de edificios, cuya obra afortunadamente lleva paralizada años, pero
eso no impide ver una mole de ladrillos desnudos que perturba la sensibilidad
del que adora la naturaleza y el buen gusto. Una aberración urbanística que me
hiere el corazón.
Acabo de instalarme hace hoy veinte días y siento que
por fin estoy en casa, cerquita de ti abuela, que seguirás viva mientras yo te
conserve en la memoria. Por cierto, a pesar del dicho, me siento tan feliz como
hacía mucho tiempo no recordaba.
Abuela, por mis venas corre tu sangre y también la de
Betanzos, tú y Betanzos sois mis puntos de referencia, mis orígenes y mis
vivencias más entrañables. Siempre he dicho: “Si algún día me pierdo, búsquenme
en Betanzos” ¡Y aquí estoy!
Carmen Martínez Sanmartín
Betanzos, 20 de mayo de 2012
1 comentario:
Buenos tardes¡¡ Mi buena amiga no hay cosa mas bella que uno recordad sus orígenes y tu siempre lo ha abanderado
Gracias por compartir tu ternura y amistad
Besitos
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