DESDE MI VENTANA

¡¡BIENVENIDOS!!

SI HABÉIS LLEGADO HASTA AQUÍ, DEJAD
CONSTANCIA DE ELLO CON UN PEQUEÑO COMENTARIO. ESTOY DISPUESTA A LEER VUESTRAS CRÍTICAS
... Y A RECTIFICAR O NO... ¡YA VEREMOS!

DE TODOS MODOS:¡¡GRACIAS POR VENIR!!
SUPERVIVIENTE






contador visitas blog

jueves, octubre 21

MI MUERTE... Y MI ESPÍRITU.

Acabo de llegar, sin apenas tener tiempo de reflexionar acerca de lo ocurrido. He dejado mi cuerpo tendido en el sofá después de uno de esos cólicos que me perturbaban en los últimos tiempos. Todo indica que he muerto: veo mi casa desde un lugar inhóspito y hostil. Pero el dolor ha cesado y estoy relativamente tranquila. Sólo cierto desasosiego por la casa, que no ha quedado tan limpia como de costumbre, sin embargo, desde aquí arriba se ve preciosa. Quiero bajar para recoger la toalla que ha quedado tirada en el suelo después de la ducha, pero no puedo moverme. Me toco las piernas, los brazos, la cara y me doy cuenta de que sólo soy una sensación; mi cuerpo está ahí abajo, en el sofá; y sin él no puedo ir a parte alguna. ¡He muerto, Dios mío y nadie lo sabrá hasta dentro de varios días!

Tomo conciencia de la trascendencia de la situación y eso me perturba hasta el punto de querer volver a tomar mi cuerpo. No esperaba que mi muerte aconteciese sin previo aviso: una grave enfermedad que me diese tiempo a dejar mis deseos póstumos por escrito. ¿De qué habré muerto? ¿Un infarto, tal vez?

Miro una y otra vez el cuerpo inerte de la que fui y siento lástima, una pena infinita por ella, no por mí. Curiosamente, parece que no hayamos sido la misma persona: ella, era yo; pero yo no me siento ella. Ella se ha ido y por una extraña razón yo continúo aquí esperando no sé a qué ni a quién… Una fuerza desconocida me impide marchar y dejarla sola. Quiero echar a correr pero no puedo… ¡Que extraño me parece todo a medida que va pasando el tiempo! Cada minuto que pasa me voy desligando más y más del todo que fuimos ese cuerpo yaciente y yo.

Echo una ojeada a través de la ventana del salón y ahí abajo todo continúa igual. Quiero gritar, pedir auxilio pero mi voz no responde a la orden de mi cerebro. Empiezo a comprender mi situación: soy el alma, energía o espíritu de esa mujer. Eso que dicen que se transforma pero no perece, ¡Dios mío: qué va a ser de mí? Vagaré en el infinito por los siglos de los siglos hasta perder la razón. ¡No podré soportarlo! Creí que morir era otra cosa: ¡Vaya chasco!

Echo mano de mi ironía como hacía en vida de ella. Cuando atravesábamos momentos duros nos escudábamos en el sarcasmo, nos poníamos la careta y nos reíamos de nosotras mismas: ¿Nosotras? Por qué hablo en plural… ¿dónde estará el Lexatín? Intento relajarme pero no puedo. Estoy totalmente descentrada y tengo un pánico atroz: ¡Que venga alguien, por favor!

Respiro profundamente una y otra vez en un intento desesperado por apaciguarme y comprender lo que está ocurriendo.

Vago por la casa, me deslizo como una pompa de jabón suspendida en el aire. Mi liviandad me impide moverme a ras del suelo y tengo que hacer acopio de toda mi energía – ¡claro, soy eso: energía! – para acercarme hasta el baño e intentar ver mi nuevo aspecto en el espejo. Paro en seco y me pregunto si estoy preparada psicológicamente para enfrentarme a la imagen de la que ahora soy. En un momento de sensatez en medio de tanto descontrol emocional, decido esperar a estar más sosegada para enfrentarme a esa nueva situación.

Vuelvo al salón donde ella permanece inmóvil sobre el sofá. La miro de reojo, a mí los muertos, desde siempre, me dan mucho yuyo.

¿… Y el túnel: ese del que tanto se habla? ¡Claro, claro, nosotras hemos muerto de verdad. Los que lo ven, son los que devuelven del Más Allá. Por eso lo pueden contar. ¡Jesús: me estoy volviendo loca!… Y ella, ahí tirada sin enterarse de nada. ¡Pobre; que feota está!

Poco a poco me voy encontrando mejor y comienzo a ver la parte buena de todo este asunto. ¡Que la tiene… y si no, se la busco!.

(Continuará, espero)

Carmen Martínez Sanmartín

19/09/10

No hay comentarios: